13/4/10

INSENSATEZ

Cuando yo tenía 17 años, tuve la desgracia de perder a mi querida Madre. No sólo yo la perdí, sino que mis hermanos más pequeños, sufrieron el vacío de la ternura maternal, que yo traté de suplir heroicamente.
Vivíamos en el campo y la vida monótona del mismo, entre vacas, terneros y el cultivo de la tierra, ocupaban nuestras horas hasta el momento de la cena, en que nos reuníamos a comer, bajo la bendición de nuestro Padre.
Pero la pena es algo que se lleva adentro y va madurando y haciéndose callo en el corazón.
La vida es ingrata por momentos y te obliga a sobrellevar una cruz tan pesada, que te dobla la voluntad.
Pero hay que ser fuerte y entender que hay que seguir viviendo con lo que Dios te dejó y el tiempo, que pasa inexorablemente, mitiga el dolor.
Pronto el amor llegó a mi vida con fuerza y ternura. Me casé con un buen hombre que permitió que nos lleváramos a mi hermano menor, que tenía tan solo cinco años.
Y fui madre para él. Creció a mi lado con toda la ternura que nuestra madre le hubiera dado. Eramos muy compañeros. Juan, que así se llamaba mi hermano, siempre ayudaba en lo que podía, a pesar de sus pocos añitos.
Y llegaron mis hijos, alegrando el hogar. Mis dos varoncitos, que me hicieron entender lo maravilloso de la maternidad. Y mi hermanito Juan supo lo divertido que era ser un tío tan chico.
En el campo te parece que todos los días son iguales porque la rutina es implacable. Y uno trata que no lo parezca mientras los hijos crecen y se hacen mozos.
Y se hicieron mozos y formaron su propio hogar, para mi alegría y la de ellos.
Juan, mi querido hermano, se casó con Norma, una linda chica. Formó con ella un hogar, lejos de mí. Con el tiempo, ellos se alegraron con la llegada de un varón y de una nena, tal cual lo deseaban.
Norma era una linda chica que ejercía como maestra en su pueblo. Tanto trabajaban, ella y Juan, que no les quedaba tiempo para brindarle a sus hijos, ya grandecitos, el cuidado necesario. Su hija rondaba los 12 años y su hijo los 14, edades en las cuales necesitan la compañía de alguien mayor y una contención diaria.
Tanto pensó Norma en sus hijos, que ofreció emplear a Tina, la hija de su vecina, una jovencita de 23 años, que estaba sin trabajar, todo el día en su casa.
Cuando Norma supo que Tina había aceptado el trabajo, se puso contenta. Se sentía más tranquila, con respecto a la protección de sus hijos. Ya no estarían solos hasta la noche, en que ella volvía cansada de sus trabajos, ya que desarrollaba su profesión en varios lados. La plata hacía falta y había que ganarla.
Su marido, Juan, era camionero y eso también la preocupaba pues, a veces, hacía viajes largos y la separación era triste para ambos.
Pero…había que seguir adelante, sin lamentarse y con ese pensamiento se conformaban los dos, mientras las horas devoraban los días y los meses, rápidamente.
Una noche, en que Juan estaba haciendo uno de sus viajes largos, una vecina fue a hacerle compañía. –yo diría, la compañía más triste que Norma nunca hubiera deseado tener.
Esa noche se enteró que Juan le era infiel con Tina y que se habían ido juntos de viaje, como otras tantas veces, sin que ella, inocentemente, lo imaginara.
Se abrazó desesperadamente a su amiga y lloró lo que jamás pensó que podía llorar.
Temblaba de terror al pensar que había perdido el amor de su esposo…, pero ¿cómo…? ¿Por qué?
¿En qué había fallado…?
Rosa, su amiga, trataba de consolarla diciéndole que ella no había fallado en nada, que no era su culpa, sino de esa mala muchacha que, como una perra, había mordido la mano de quien le daba de comer.
Ya de madrugada, Rosa dejó a Norma, que no cesaba de llorar. Se sentía mal por haberla hecho sufrir, pero Norma debía saberlo, era la única que no lo sabía y ella, que era su amiga, no podía permitir eso.
El domingo a la noche llegó Juan a su casa, ignorando todo y, al ver la cara de Norma, le preguntó, extrañado, qué le pasaba.
Encerrados en su habitación, con llanto incontenible, Norma le dijo que sabía todo y, aunque Juan al principio lo negó, luego tuvo que confesar su cobardía y su infidelidad.
Las preguntas de Norma:-¿Por qué? ¿Por…qué?- morían sin respuesta en la boca cerrada de Juan, que no atinaba a decir ya nada.
Y esa noche, Norma durmió con su hija y Juan, con su hijo, después de haber hablado de separación.
Norma estaba tan furiosa e indignada que ya no quería saber más nada con él. Se sentía burlada, destruida.
Y…como las noticias vuelan, pronto llegaron a mis oídos. La tristeza de saber lo que había hecho mi hermano, me destrozó el corazón.
Yo estaba lejos, pero quería ir a verlos. Pensaba que, tal vez, hablando con él podía hacer algo.
Mi hijo me llevó con su coche. Llegamos a la casa ya de noche.
Cuando entré, sentí como un frío en el cuerpo. Mi hermano me saludó y salió a charlar con mi hijo. Yo fui, directamente, al dormitorio de Norma.
Al verme, se abrazó a mí, llorando desesperadamente. Como pudo, me contó todo. Ya no quería saber más nada de él. Sólo quería que se fuera de la casa.
Entonces, como Dios me iluminó, la hice sentar a mi lado y, tomándole las manos, la miré con ternura y le dije que pensara bien lo que iba a hacer, que un tropezón no es caida y que si ellos se querían de verdad, lo perdonara como mujer y como madre de sus hijos.
-No destruyas tu hogar. Esa mala chica, Tina, persiguió a tu marido. Tanto lo provocó, que el tonto cayó en sus redes.
-El hombre, cuando llega a los 40, piensa que no quiere sentirse viejo y, cuando una mala chica, como Tina, lo busca, por el solo hecho de ser ella 17 años menor, el tonto piensa que es un conquistador. Como se siente joven, no se da cuenta que él no conquistó a nadie, sino que ella lo conquistó a él, quién sabe para qué fines.
-En cambio, el verdadero amor no especula. Es un sentimiento maravilloso que entiende de perdón y si Uds. se aman todavía, no destruyan este hogar, que tanto les costó construir.
-No le des el gusto a esa mala chica. No permitas que se quede con tu esposo y que cuando ella encuentre a otro más joven, lo deje por tonto.
-¡Pero…Ana! –sollozaba Norma. -¿Cómo voy a hacer para perdonarlo y olvidar lo que me hizo? Ya todos los vecinos lo saben.
-Para perdonar, te basta el amor que se tienen. Y ¿olvidar? Es imposible. Pero si podés, con fuerza de voluntad y sin reproches, seguir viviendo con el hombre de tu vida y el padre de tus hijos, tejiendo sueños, sin retroceder en el recuerdo, porque eso daña y no te deja vivir, podrás tener una vida plena, como si este mal momento no hubiera existido nunca. Pensalo, sé inteligente, -le dije.
Norma se quedó pensativa. Entonces, yo fui a ver a mi hermano. Tenía muchas cosas para decirle.
El estaba en el coche, hablando con mi hijo. Cuando me vio, se bajó y, acercándose, me dijo: -¡Sí, que hice flor de locura!
-Escuchame, Juan. –le dije, acariciando su cabeza como cuando era chico y hacía algo que no debía. -¿Cómo pudiste hacerle esto a Norma y a tus hijos…? Hay tantas mujeres para pasar el rato y ¿justo elegís a la que trabaja en tu casa?
-Ana, te juro que al principio, me extrañó la actitud de ella y le dije que conmigo eso no iba. Pero, fueron pasando los días y su empeño e insistencia bloquearon mi mente y perdí la cabeza. -Norma es una mujer buena y no se merece lo que le has hecho. En cuanto a la separación, ¡borrátela de la mente...! aguantá todo lo que Norma te diga y pedile perdón. Los dos son jóvenes y tienen dos hijos adolescentes, que son los que más van a sufrir. Andá y hablale ahora. Antes de irme, quiero tener la felicidad de saberlos unidos.
Y…allá fue Juan, con la cabeza baja. Yo me quedé con los chicos en el jardín, charlando sobre cualquier cosa. Quería evitar que mi hermano fuera interrumpido.
Pasó más de una hora, pero, al fin, Norma y Juan se acercaron sonrientes. Norma le dijo a su hija: -esta noche dormís en tu cama. –la niña le contestó: -¡Qué suerte! –y se alejó contenta.
Nos abrazamos, los tres, con mucha ternura y yo volví a casa con mi hijo.
Me sentía bien, contenta de haber podido unir a esos dos encantadores esposos. El viaje había sido largo pero fructífero. Y… cerrando los ojos, no para dormir sino para pensar en silencio, una sonrisa surcó mis labios como el más elocuente gesto de misión cumplida.
Ya era de madrugada y el amanecer se dibujaba en el horizonte, con sus pequeños rayos de sol, prometiendo el nacimiento de un hermoso día.
Yo me sentía inmensamente feliz y, mirando a la distancia, me quedé imaginando el reencuentro de esos dos seres, donde sólo prevaleció su inmenso amor, ante la insensatez.

1 comentario:

  1. Lo mas probable es que Juan vuelva a caer... cuando se perdonan esas cosas se suele creer que pueden volver a perdonarse.
    Tambien es probable que lo haga mucho mejor y con mayor cuidado.....

    Lindo cuento... Me gustaria saber mas detalles sobre el encuentro entre Juan y la empleada :) jeje
    saluditos

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